domingo, 17 de marzo de 2019

A LOS PIES DEL GIGANTE (EVEREST BASE CAMP - REGIÓN AUTÓNOMA DEL TÍBET - CHINA)




Una de las imágenes de paisajes más grabada a fuego en mi mente es esta, al fondo el Monte Everest, el pico más alto del mundo, a mi alrededor el valle glacial por el que habíamos accedido a la zona, y para completar un soleado día, frio como es normal, pero despejado para poder admirar la famosa cima.
Desde que habíamos pisado El Tíbet, hacía ya cinco días, en nuestra mente siempre rondaba este momento, habíamos visto mucho ya durante nuestro viaje por China, pero por mucha cultura o naturaleza que hubiésemos visto, o quedara por ver, estaba claro que estar ante el techo del mundo sería una de las mejores experiencias del viaje.

Ahí frente a nosotros con sus 8.844 metros de altura se encontraba el punto más alto del planeta, siendo un turista común, lo más cerca que vas a poder estar del Everest por su parte tibetana, es a ocho kilómetros de su base, a partir de ahí solo podrán pasar quienes tengan un permiso especial, y por supuesto estén preparados para ello. Lo cierto es que para nosotros no hacia falta ir mas cerca, con esto bastaba para tenernos con la boca abierta, sin poder creer realmente que estuviéramos ahí.

Justo a este límite, China Telecom había instalado una antena que te permitía tener cobertura con tu móvil, y mientras que unos turistas italianos llamaban entusiasmados a sus casas contándoles donde estaban, yo miraba a mi alrededor asombrado, y a la vez sintiéndome insignificante ante tanta magnitud y tanta belleza.

Tras tomar decenas de fotos, y bromear sobre la posibilidad de escalarlo, regresamos unos kilómetros sobre nuestros pasos a la zona del monasterio de Rongbuk, donde haríamos la noche en su guesthouse. Tomamos varias fotos mas desde la zona e incluso dado lo despejado del cielo intentamos, cuando la noche ya había caído, tomar fotos a la Vía Láctea con la montaña al fondo.

Digo intentamos, porque Aitor y yo, abrigados de pies a cabeza, con nuestro frontal y nuestras cámaras, nos adentramos en la oscuridad en busca de la foto perfecta, y no duramos ni 15 minutos, el frio era intenso, quitarse un guante para manejar la cámara era una tortura, y encima las baterías de nuestras cámaras no aguantaron (el frio extremo las descarga). Por si fuera poco, los curiosos Yaks se acercaban a nosotros, y dada la “mala” experiencia con ellos horas antes, decidimos que era hora de buscar el calor y la tranquilidad de la guesthouse.


No hay comentarios:

Publicar un comentario