La tradicional bicicleta que poblaba las calles chinas y de gran parte de los países asiáticos, se vio desplazada gradualmente por la motocicleta, las clases trabajadoras que eran sus principales usuarios vieron como poco a poco los medios motorizados se pusieron a su alcance económico. Esto también se tradujo en un aumento en el caos circulatorio, y sobre todo en la contaminación, ya de por si enorme con la industria y las emisiones de los automóviles. Por eso no hace mucho en China aparecieron negocios que trataban de fomentar otra vez la bicicleta por medio de económicos alquileres, pero años después pocos de estos quedan y es que en la carrera del progreso queda poco espacio para la tradición. Y menos en países que están experimentando un desarrollo tan vertiginoso como es el gigante asiático. Incluso hoy en día, países europeos tienen mayor proporción de bicicletas por habitante que China.
Aun así, no nos cansaremos de ver una ingente cantidad de personas en bicicleta en cualquier urbe china, sobre todo en los barrios menos modernos. E incluso en las zonas más transitadas veremos una amalgama de coches, motos y bicicletas que con un orden dentro del caos van esquivándose en cualquier cruce de carreteras.
Las calles de la zona antigua de Pingyao en la que el tráfico motorizado está vetado en gran parte, es fácil ver a personas camino (o de vuelta) de sus trabajos en bicicleta. El sol empezaba a ponerse y después de una intensa visita a decenas de sitios de la ciudad, caminábamos por las calles empapándonos de la vida cotidiana de los habitantes, el diseño laberintico de esta zona antigua propiciaba que camináramos prácticamente sin rumbo, una desorientación que lejos de preocupar, nos gustaba, sin estar atados ya a ninguna planificación, la única prisa que teníamos era la que marcaba nuestros estómagos, que empezaban a rugir ya pensando en una suculenta cena.
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