miércoles, 28 de noviembre de 2018

UNA ALDEA EN LA SELVA Y EL TURISMO SOSTENIBLE (KAMU VILLAGE - LAOS )


Aquellos días navegando por el rio Mekong jamás se borrarán de mi memoria, la espectacularidad de los paisajes, la paz y la tranquilidad de ciertos momentos, unida a la hospitalidad de nuestros anfitriones, el intercambiar opiniones y los momentos con gente de todas las partes del mundo, fue una experiencia totalmente enriquecedora.

Aun puedo mirar una foto, cerrar los ojos y viajar a esos momentos, sentir el cálido sol en mi cara, escuchar los sonidos, el agua del enorme rio golpeando contra el casco del barco, miles de ruidos en la selva de las orillas, y las risas de los niños en las aldeas rivereñas.

Si hay algo que te llama la atención de las personas en Laos es su hospitalidad, en una mezcla de curiosidad hacia ti y de intentar que en tu estancia descubras todo lo bueno del país, felices a pesar de las dificultades de una vida en la que cuesta mucho salir adelante. Una hospitalidad que ya comienza con la inocencia de los niños, siempre atentos a lo que haces, atrevidos, pero a la vez vergonzosos, te observan y te sonríen.

En Laos aún hay una gran cantidad de aldeas que están muy aisladas del progreso, y viven prácticamente con sus costumbres y tradiciones de siempre, tan aisladas que apenas tienen accesos rodados, y precarias instalaciones eléctricas. Kamu Village estaba repleta de niños, en cuanto llegamos empezaron a correr colina abajo para recibirnos en la arena de la playa fluvial, acostumbrados ya a las visitas casi diarias de los turistas nos siguieron por toda la visita al pueblo, jugando y divertidos por nuestra presencia y nos despidieron sonrientes.

Tras la visita me dio por pensar, sobre el turismo responsable, y como deberíamos y deberían afrontar este nuevo tipo de “contacto” entre culturas tan lejanas. Sería muy egoísta y a la vez imposible negarles la llegada del progreso a estas aldeas, con la mejora del poder adquisitivo es inevitable que alguien ya posea un generador eléctrico, que una casa tenga una antena de televisión, que utilicen planchas de metal para sus techos en lugar de bambú, o que los niños vistan con camisetas del Barça o Lakers.

Pensaba, mientras surcábamos las aguas del Mekong, que el turismo es lo que trae, y en el fondo si te pones a pensarlo es un beneficio mutuo. Pero como turista hay que ser responsable y tener bien claro las ventajas y desventajas que puedes aportar con tu comportamiento. A veces acciones que tu crees inofensivas pueden resultar perjudiciales a la larga para estos niños e incluso para sus progenitores. Me refiero a acciones que pueden llegar a crear hábitos que rompen la armonía que estas gentes han mantenido siempre con sus comunidades y su entorno.

Ya tu presencia resulta algo perturbadora en sus quehaceres diarios, pero la costumbre de llevar algo para darles puede ser más perjudicial que beneficiosa, ya que esta puede crear dependencia y por consiguiente mendicidad, cosa que estas comunidades nunca han hecho en su historia. No hay que irse a aldeas perdidas en la selva para observar estos comportamientos, en países pobres no es raro encontrar niños y no tan niños que aguardan ansiosos a que les saques una foto para pedirte dinero a cambio. No tiene nada que ver esto por supuesto, con el que se creen negocios enfocados al turismo, y que con ellos puedan tener una vida más prospera y progresar sosteniblemente.

Me dio por pensar en esas cosas, bajo la opinión de un simple turista, luego, meses más tarde me dio por investigar sobre el tema, y he visto que en muchos sitios se habla sobre esto, y sobre el turismo sostenible. Y vi que no iba para nada desencaminado con mis divagaciones.



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