viernes, 30 de noviembre de 2018

LA PLAZA DE BARKHOR DESDE EL TEMPLO DE JOKHANG (LHASA - REGIÓN AUTÓNOMA DEL TÍBET - CHINA)


Esa mañana la habíamos dedicado al Monasterio de Drepung, era un día cargado de visitas así que no teníamos mucho tiempo que perder, por lo que decidimos meter antes de comer la visita al Monasterio de Jokhang, posiblemente uno de los más famosos e importantes de todo Tíbet.

Llegamos paseando por los mercadillos, ante las miradas de buena parte de la gente que ahí había y los divertidos saludos de los niños que a esas horas salían del colegio. A la entrada del monasterio había una gran cantidad de personas absortas en sus oraciones, por lo que fuimos cuidadosos de no interferir en sus actividades. Como veníamos de Drepung, el cual habíamos recorrido bastante a fondo, la visita a Jokhang no fue tan impresionante como la primera toma de contacto de hacia unas horas. Aun así, uno no puede dejar de mirar a todos los lados fascinado, por la arquitectura, y la actividad que se esconde tras esos muros. Llegamos a la azotea donde el sol del mediodía apretaba con fuerza, en el Tíbet hace frio, pero al estar tan alto cuando el sol pega lo hace bien y por supuesto no sobra la protección. Desde la azotea se pueden tener unas vistas únicas del palacio de Potala, la antigua residencia de los Dalai Lama, y de la plaza Barkhor.

Esta plaza es a cualquier hora del día un hervidero de gente, los comercios, los puestos ambulantes y los turistas se dan cita en ella la mayor parte del día. Barkhor y sus calles aledañas, que cuentan ya con unos 1300 años de antigüedad, fueron creciendo alrededor del templo Jokhang, debido a la cantidad de peregrinos que lo visitaban. Así se fueron abriendo numerosos negocios que abastecían las necesidades de estas gentes. Convirtiéndose así, con el tiempo, en la zona más prospera de la ciudad. En sus tiendas podemos encontrar todo tipo de productos, desde artesanía, tiendas religiosas, hasta comida con puestos en los que se vende fruta y hortalizas, hasta algunos que venden carne de Yak y que desprenden unos olores… un tanto fuertes. Incluso si queremos comer tenemos una variada oferta gastronómica tibetana, eso sí después de ver los puestos de carne de Yak… Aun así, después de la visita el hambre ya era atroz, por lo que buscamos un restaurante y comimos para coger fuerzas y continuar las visitas a la fascinante capital del altiplano durante la tarde.


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