
Lo primero que me llamó la atención de Bangkok fue su inmensidad, desde la ventanilla del avión la ciudad no terminaba, no se veía su fin, una vez en tierra y ya “acostumbrados” al clima especial que se vive en sus calles, pude comprobarla, inmensos edificios, gente por todas partes, y ruido, mucho ruido, pero de todas formas es una ciudad agradable de visitar, aunque el calor haga que la ropa se te pegue, un buen truco en ciertas zonas es evitar las congestionadas calles y caminar por los numerosos e inmensos centros comerciales, a veces interconectados y que te permiten ir fresquito gracias a su aire acondicionado… a veces te permiten cruza de una a otra zona en la mitad de tiempo, pero de todas formas esto le quita el encanto a la visita a la Bangkok más auténtica. Y si os digo la verdad, y pese a que no nos gusta mucho el calor y nuestra piel además no se lleva bien son el sol, pateamos la ciudad durante muchos kilómetros.
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