Situada en el cruce de tres calles, de ahí su nombre (Tre Vie) marca el punto de uno de los antiguos acueductos que suministraban agua a la Roma antigua, destruido por los asedios de otros pueblos, en la edad media los romanos tendían más a sacar el agua de los pozos, pero fue con la llegada del Renacimiento cuando se recupero la costumbre de traer agua a la ciudad a través de acueductos rematando su final en una fuente. Así hacia el siglo XV fue construida la fuente con un diseño muy sencillo.
Pero fue en 1625 cuando el Papa Urbano VIII decidió construir una fuente más ostentosa, más grandiosa o monumental, por eso encargó a Bernini la tarea de diseñar una fuente nueva, pero el proyecto se abandono cuando este último murió. Quedando Nicola Salvi encargado de esta renovación, que se inició en 1732, con unos trabajos que no terminaron hasta 1762, con la muerte del propio Salvi en el proceso,
Desde entonces hasta nuestros días ha pasado por no pocas restauraciones, y no es para menos, ya que la Fontana Di Trevi es sin duda uno de los símbolos más reconocibles de Roma, y eso ya es mucho decir.
Si la visitáis lo más probable es que os encontréis con mareas de turistas a sus orillas, es imposible sacar una foto en soledad, vayas a la hora que vayas, pero su estructura permite que con un poco de paciencia puedas evitar a la gente si lo que quieres es sacar una foto de una gran parte del conjunto arquitectónico.
Durante el proceso veréis centenares de personas lanzar monedas a la fuente, y es que según cuenta una tradicional leyenda, arrojar una moneda asegura la vuelta a Roma, dos llevan a un romance y tres aseguran un matrimonio… o un divorcio. Como siempre a los turistas este tipo de leyendas o historias les gusta, por lo que se estima que se tiran a la fuente unos 3000 Euros diarios, que suelen destinarse a obras benéficas, aunque no falta aquel al que no le importa un chapuzón en busca del tesoro hundido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario