lunes, 10 de septiembre de 2018

UNA RÁPIDA VISITA AL PALACIO DE VERANO Y UNA AVENTURA PERDIDOS POR PEKÍN (PEKÍN - CHINA)



Dejamos el palacio para el final, metido a calzador como una visita imprescindible, pero a su vez secundaria, ese día era el día de la visita a la Gran Muralla China, por lo que cuando nos acercábamos a Pekín ya al atardecer le dijimos al guía si podía dejarnos en las inmediaciones del Palacio de Verano, a lo cual accedió sin problema. Cuando nos bajamos del vehículo observamos que aun a esas horas de la tarde el recinto estaba abarrotado de turistas, la mayoría chinos. Nos propusimos hacer una visita lo más rápida y completa posible antes de que el sol se pusiera.

El Palacio de Verano, es un enorme complejo compuesto por varios edificios, unos enormes jardines, y un también enorme lago. Fue utilizado como jardín imperial por varias dinastías, era el lugar donde los emperadores de la dinastía Qing se refugiaban para escapar de los calurosos veranos, ahí al lado del lago Kunming, con un recinto lleno de árboles y preciosos jardines que ocupa unas 290 hectáreas, el emperador y toda su corte se relajaba los meses estivales. En el recinto además se yerguen multitud de templos y casas Y cuando lo hacían era por algo, al entrar en el recinto su enormidad hacía que la gente estuviera muy espaciada, podías caminar sin problema, todo estaba muy tranquilo, algunas personas descansaban a la orilla del lago, otros subían por unas escaleras camino de un templo, a lo lejos unas adolescentes reían divertidas, un señor mayor dibujaba para asombro de todos los occidentales sinogramas (letras chinas) con agua en el suelo, dibujos que con los minutos el cálido sol, ya poniéndose en el horizonte se encargaba de borrar.

 Caminamos raudos por la orilla del lago, de camino a la Torre de la Fragancia de Buda, que se alza elegante en la colina (centro de la foto), desde ahí las vistas al recinto son preciosas. Después de patear todos los rincones posibles del recinto, la luz ya escaseaba, por lo que nos acercamos a la horilla del lago a contemplar el anochecer.

Cuando la oscuridad ocupo el lugar del día, los farolillos iluminaban tenuemente los jardines. Salimos del lugar dispuestos a aprovechar las últimas horas que quedaban antes de cenar, decidimos que iríamos a ver el nido de pájaro, como comúnmente se conoce al Estadio Olímpico de Pekín, hacia un año, en 2010 se habían celebrado los juegos Olímpicos en la ciudad, y el estadio era una muestra más de la vanguardista arquitectura que definía el Pekín moderno.

Tenéis que tener em cuenta que estábamos en 2011, y que por entonces la tecnología referente a GPS y mapas no estaba tan extendida y evolucionada como lo está hoy en día, yo ni siquiera tenía conexión de datos… El caso es que nos perdimos, y pasamos unas de las horas más locas de todo el viaje. Salimos del recinto y tras consultar los mapas en el móvil empezamos a caminar hacia la derecha, nuestro objetivo era ir a una parada de metro cercana para movernos rápidamente, empezamos a caminar y poco a poco el paisaje se hacía menos urbano, tras un buen rato caminando llegamos a la conclusión de que íbamos en la dirección equivocada, así que paramos de andar y decidimos que había que volver, pero como no queríamos desandar el camino (pura vagancia), intentamos parar un taxi, pasaban muy pocos y todos iban con pasajeros, seguimos caminando un poco hasta que encontramos una parada de autobús, ya desesperados intentamos subir a uno de ellos para que nos llevara a algún sitio “civilizado”, no llevábamos suelto, y el conductor insistía en que no aceptaba billetes, yo insistía en que no hacía falta dar el cambio que se podía quedar el billete entero, pero solo hacía que gesticular y decirnos que no, por lo que resignados bajamos del autobús y emprendimos el camino de vuelta sobre nuestros pasos…

Media hora después volvíamos a estar en el recinto del Palacio de Verano, ya prácticamente desierto, y comenzamos a andar en la otra dirección. A los 100 metros encontramos una parada de taxis, y ya decidimos y con perdón de la expresión… que a la mierda todo. Montamos en el taxi y le indicamos una calle cercana al hotel. Al poco de comenzar la carrera en taxi pasamos por una boca de metro, y restaurantes… Ya no sabíamos si reír o llorar.

El caso es que pronto se nos pasó el disgusto, el taxi circulaba por las entrañas del distrito financiero de la ciudad y a nosotros íbamos con la boca abierta admirando la grandeza de los modernos edificios. Cuando llegamos ya no teníamos ganas de nada, paseando por la calle empezamos a ver a la juventud pequinesa prepararse para una noche de fiesta, por lo que empezamos a animarnos, como ya era muy tarde decidimos comer algo rápido, cafres de nosotros entramos en un McDonald, por probar como eran en China decíamos… pero la realidad era que estábamos cansadísimos y no queríamos caminar más. Ahí dentro nos encontramos a un señor, que mientras comíamos entablo conversación con nosotros, pensaba que éramos suecos (por Aitor), y nos contó que él era un diplomático iraní que estaba haciendo unos negocios por la capital china, se despidió muy amablemente de nosotros deseándonos buen viaje.

Cuando terminamos de cenar estábamos ya tan animados que decidimos ir a hotel a cambiarnos y tomar unas copas por la ciudad. Pero para que voy a engañaros, fue llegar al hotel pegarnos una ducha y meternos en la cama absolutamente reventados del ajetreado día.



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