
Brujas es una de las ciudades más bellas de Europa, de eso no cabe ninguna duda, cuando paseamos por su centro histórico nuestros sentidos disfrutan constantemente, y estamos siempre ávidos de doblar cualquier esquina para ver una nueva calle llena de atractivos. Sin duda uno de los puntos más famosos de la ciudad belga es la plaza conocida como Grote Markt, la Plaza Mayor. Rodeada de pintorescos edificios, de gran valor arquitectónico, la plaza bien puede llevarnos una hora entera visitando cada uno de sus rincones. Como comprenderéis resulta difícil mostraros toda la plaza con una sola foto, así que iremos presentándola a lo largo del tiempo con otras bonitas fotos de sus edificios.
Los que si podéis ver en la foto, son antiguas casas gremiales, con sus características y coloridas fachadas, y sus tejados a dos aguas, datan de los siglos XVI y XVII. Hoy en día ya no acogen a los gremios y fueron convertidas en bares y restaurantes, siempre abarrotados de gente. Estos edificios son solo una pequeña muestra de lo que la plaza puede ofrecernos.
En su centro, por ejemplo, tenemos una escultura a modo de homenaje a Jan Breydel y Pieter De Koninck que lideraron la rebelión contra las tropas francesas en 1302. A la derecha de donde está tomada la foto tenemos un precioso edificio de estilo neogótico, es el Consejo Provincial, en el antiguamente vivía el gobernador de la provincia, ahora hace las funciones de juzgado.
Pero sin duda la otra gran atracción de la plaza es la enorme torre Belfort, que si estuvierais mirando para donde hice la fotografía, quedaría justo a vuestras espaldas. Desde lo alto de la torre se vigilaba para prevenir cualquier problema ya fuera en la ciudad o en sus afueras, y sus campanas servían para dar la voz de alarma. Pero también actuaba como almacén de manuscritos donde se garantizaba los privilegios y la independencia obtenidos por la ciudad. Esta doble función era muy común en las torres presentes en las ciudades flamencas.
Pasamos no pocas veces por la plaza, salíamos de ella por alguno de sus lados y después de un rato de deambular por la ciudad aparecíamos por otro, nos gustaba adentrarnos sin rumbo fijo en alguna de las callejuelas que partían de la misma, para después volver guiados prácticamente solo por la figura de la enorme torre.
Cuando llegó la noche las casas se iluminaron acogedoramente, su interior se mostraba cálido en la fría noche de febrero, dentro ya había muchas mesas ocupadas, y tocaba una rica cena después de un agotador día.
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