sábado, 1 de septiembre de 2018

EL PARQUE VIGELAND (OSLO - NORUEGA)


Ningún viaje está libre de sufrir imprevistos, y un buen viajero debe saber sobreponerse a ellos y buscar alternativas, a veces cuando vas muy pillado de tiempo no te queda otra que ser selectivo en tus visitas, y hacer “dolorosos” descartes.

Casi no había amanecido cuando cogimos el tren en Stavanger, según nuestros cálculos, estaríamos para la hora de comer en Oslo, con lo cual, nos daría tiempo suficiente para ver una gran parte de la ciudad y dejar el resto para nuestro último día en Noruega. Pero un árbol se cruzó en nuestro camino. A mitad del trayecto el tren se paró y tras varios minutos de desconcierto, un amable pasajero nos comentó en ingles que una tormenta había tumbado varios árboles la noche anterior y habían dañado una parte del tendido ferroviarios. Por lo que tocaba esperar a los autobuses que la empresa NSB había empezado a fletar para coger otro tren unos cuantos kilómetros después. El caso es que el percance nos quitó unas 2 horas de nuestra visita a la capital de Noruega. Lo cual significaba que cuando llegáramos, ya nos quedarían muy pocas horas de sol. El Parque de Vigeland era uno de nuestros destinos aquel día, pero tuvimos que meterlo a calzador en el planing del día siguiente, domingo.

Volvimos a madrugar, y salimos del hotel con una agradable mañana de otoño en Oslo, decidimos ir andando para disfrutar de la ciudad, en ciertas zonas las hojas caídas de los arboles cubrían los márgenes de las aceras, el tráfico era prácticamente inexistente, y la gente se animaba a madrugar también para disfrutar del precioso día. Pronto entramos en el parque, en el, un niño precioso tomaba lecciones de monopatín con su padre, en otra esquina unas señoras practicaban Tai Chi y a lo lejos un montón de turistas japoneses se arremolinaban sobre las estatuas de Vigeland que adornaban un puente.

Y es que este parque es obra del famoso escultor noruego Gustav Vigeland, que, por encargo del ayuntamiento de Oslo, empezó a dar forma al parque, llenándolo de aproximadamente doscientas esculturas nacidas de su mente y manos. Esculturas repartidas por todo el recinto, pero de las cuales destaca sobremanera el Monolito (Monolitten), un obelisco que no sale en la foto, (está a mis espaldas) y del que hablaremos en otra ocasión. En la foto se puede apreciar al fondo el puente del que hablamos antes, aun saturado de japoneses sacando fotos sin parar a las estatuas que cubren sus márgenes, estas estatuas son sumamente llamativas y representan acontecimientos de la vida cotidiana, el nacimiento, la infancia, la adolescencia, el amor, la madurez, la familia, la vejez y la muerte. Obviamente con el poco tiempo que teníamos no íbamos a ponernos a ver todas y cada una de las estatuas, pero la estancia en el parque era muy placentera, así que nos acercamos a la orilla del agua y nos sentamos en la pradera forrada por hojas secas, llevábamos unos días enamorados del país y no queríamos irnos. Pero pronto tuvimos que ponernos en marcha, el avión salía al anochecer y aun nos quedaba mucho por ver, nos dirigíamos a la isla de los museos, tocaba ver algo de la cultura e historia del país, incluidos los siempre interesantes vikingos.


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