
Ya nos dolían los pies de tanto caminar, un avión nos había llevado temprano desde Pekín a Taiyuan y desde ahí habíamos tomado un taxi hasta Pingyao, con un viaje en carretera… muy típico de China por decirlo de alguna manera. Al llegar a Pingyao no perdimos tiempo, y nos pusimos a recorrer el centro histórico para aprovechar a tope nuestra escasa estancia en la ciudad. Primero la rodeamos por encima de su muralla para tener una amplia vista de la ciudad y luego pasamos a recorrerla por sus calles bajo un sol abrasador que pedía a cada momento cobijarse en las sombras que los edificios proyectaban sobre la calle.
Calles que como podéis apreciar son prácticamente peatonales, y es que en este casco histórico solo entran vehículos autorizados, por supuesto los de la gente que vive y trabaja ahí y los taxis que van dejando a los turistas en sus respectivos alojamientos. Pero no por ello os creáis que Pingyao es una ciudad tranquila, su alto valor histórico y su belleza la han convertido últimamente en un destino muy popular por quienes visitan China, a muchos les queda a mitad de trayecto entre Pekín y Xi’an. Una visita muy recomendable sin duda.
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