domingo, 29 de julio de 2018

DE CAMINO AL COLEGIO (EN ALGÚN LUGAR CAMINO DE VANG VIENG - LAOS)


Siempre he dicho que los viajes en carretera son interesantísimos, sobre todo por un país como Laos, la vida en sus pueblos, su cultura, sus paisajes, son un no parar de mirar por cada una de las ventanillas del vehículo.

Una cosa que llama siempre la atención es su vida rural, Laos es un país donde en la mayor parte de su extensión nos vamos a encontrar con aldeas, donde la vida se centra en torno a la agricultura en su mayoría, y en menor medida en la ganadería e incluso en el incipiente turismo. Tras su turbulento siglo pasado en el que sufrieron la injusticia y el horror de la guerra, propia y ajena. Y como país en desarrollo, la vida de un niño no es para nada fácil.

La educación durante décadas deficitaria empieza a ser considerada muy importante, y una parte cada vez mayor de los niños laosianos pueden acceder a ella. Es asombroso ver estas escenas por todo el país, los niños acuden a su formación durante la mañana y una parte de la tarde, muchos después de ella tienen que ayudar en tareas domésticas o incluso en los trabajos de sus progenitores.

Además, las escuelas no son tan abundantes como podría pasar en un país europeo, a veces un solo centro se encarga de la educación de decenas de aldeas en muchos kilómetros a la redonda. En muchas regiones del país ni siquiera tienen trasporte público, y a veces ni siquiera carreteras asfaltadas. Por lo que muchas niñas y niños se ven obligados a recorrer decenas de kilómetros por su cuenta.

Así en horas concretas del día podemos apreciar como las carreteras del país se llenan de estudiantes de las más diversas edades, todos con sus impecables uniformes, subidos en bicicletas recorriendo el camino que les separara de sus casas a la escuela. Algunos incluso comparten bicicleta. Un sol de justicia calienta sobre sus cabezas por lo que en su mayoría sujetan con una mano el manillar y con otra un paraguas que les proteja del sol, otras veces lo hacen bajo los efectos del monzón, diluviando, y con el mismo paraguas para protegerlos del agua.

Uno no puede pasar por alto estas escenas, circulando en los márgenes de las carreteras, carreteras que, si bien no tienen un tráfico excesivo, son bastante peligrosas, ya que no se respetan muchas normas básicas. Largas filas de escolares las recorren en ciertos momentos de la jornada. Te paras a sacarles una simple foto, y todos te saludan, todos te sonríen (la sonrisa es el día a día de la gente de Laos), y prosiguen su camino, a veces van a clase, otras veces vuelven a sus casas, donde posiblemente les esperen más tareas, pero nunca pierden esa vitalidad y esas ganas de vivir que se aprecia en sus rostros. Ojalá este esfuerzo diario, un día les lleve a un futuro mejor.





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