miércoles, 14 de diciembre de 2016

ATOMIUM (BRUSELAS - BÉLGICA)


Despertamos en Gante dispuestos a disfrutar de nuestro último día en Bélgica, el trayecto hasta Bruselas era corto, así que decidimos no madrugar demasiado para estar descansados ya que el día se presentaba intenso y emocionante, pero pronto las cosas empezaron a torcerse un poco.

Cuando viajas mucho, terminas por perder ese estado de atención a todos los detalles, un estado de alerta que mantienes a cada momento en los primeros viajes, tiendes a confiarte más… Así fue, que en la estación de Gante, mirando los cuadros de horarios de los diferentes trenes a Bruselas, no nos dimos cuenta de que había un cuadro para los días laborables… y otro para los fines de semana. Lo cual resultó en que estábamos a la hora justa, en el andén desde el cual de lunes a viernes salían trenes para la capital belga, pero en el cual los fines de semana, salían trenes en el sentido contrario hasta la costa belga en el mar del norte.

Un pequeño lapsus del que nos dimos cuenta nada más arrancar el tren, y por el cual después de bajarnos en la primera estación en la que se detuvo, supuso una hora y media de retraso respecto a la llegada planeada a Bruselas, pero a su vez tanbien nos proporcionó risas y una anécdota más de nuestros viajes.

El caso es que cuando llegamos a Bruselas el clima era de perros, bajas temperaturas, abundante lluvia y en ocasiones agua-nieve. Aun así nuestro espíritu viajero y nuestras ansias por conocer nos llevaron a patear la ciudad de arriba abajo aprovechando al máximo las horas que nos quedaban en el país. El Atomium era un lugar de los muchos señalados en el mapa.

Construido en 1958 con ocasión de la Expo 58 de Bruselas y ubicado en el sector de Heysel, famoso también por su Estadio Rey Balduino, antes estadio de Heysel, tristemente conocido porque en él tuvo lugar una de las mayores tragedias del futbol europeo.

El Atomium se levanta como una inmensa estructura que representa la forma de lo que sería un cristal de hierro ampliado 165 mil millones de veces. Una imponente estructura en la que incluso se pueden visitar algunas de sus esferas y obtener fantásticas vistas del entorno.

Las condiciones meteorológicas en las que nos tocó visitarlo no eran las más adecuadas, pero ya que estábamos ahí tratamos de sacar alguna fotografía creativa. La temperatura a esas horas cuando ya había oscurecido rondaba los cero grados centígrados y una fina y helada lluvia racheada por los fuertes vientos “cortaba” nuestra piel. Aun así instalamos un mini trípode que llevábamos con nosotros, y mientras Cova me resguardaba como podía de la lluvia con el paraguas, yo aguardaba a que los coches pasaran para captar la estela de sus luces… Todo un espectáculo en pos de una “maldita” fotografía, pero cuando por fin consigues lo que estabas buscando y aunque la calidad de la misma no sea gran cosa, uno queda satisfecho… lo justo para volver al calor del metro y buscar un buen (y cálido) restaurante en el que cenar.

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